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sábado, 5 de noviembre de 2016

5 DE NOVIEMBRE: UNA SANTA DEL SIGLO XI

SOR ANGELA DE LA CRUZ 1846-1932



María de los Ángeles Guerrero González (n. Sevilla; 30 de enero de 1846 - † íbidem; 2 de marzo de 1932), fue una religiosa católica española fundadora de la congregación llamada Instituto de las Hermanas de la Cruz dedicada a ayudar a los pobres y a los enfermos.


Ángela nació en Sevilla el año 1846, de familia numerosa y pobre, trabajadora y piadosa. Desde muy joven trabajó en un taller de zapatería, a la vez que se entregaba al servicio de los más pobres y marginados.
Nació en las afueras de Sevilla el día 30 de enero de 1846. Fue bautizada el 2 de febrero siguiente en la parroquia de Santa Lucía.



 Su padre, Francisco, era cocinero del convento de los Trinitarios, y su madre, Josefa, costurera allí mismo. Tuvieron catorce hijos, de los que solamente seis llegaron con vida a la mayoría de edad.




 Como tantas niñas pobres sevillanas de su tiempo, fue poco al colegio, aprendiendo a escribir, sin dominar la ortografía, algunas nociones de aritmética y catecismo. Su pobreza no le impedía, desde niña y adolescente, compartir con los más pobres los bienes que tenían en la familia, pues les llevaba mantas de su casa cuando no tenían ellos para todos.


Hizo la primera comunión en 1854 y recibió la confirmación en 1855.

 A los doce años tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a su familia como aprendiz en la zapatería Maldonado.


A los dieciséis conoció al padre José Torres Padilla, un sacerdote nacido en Canarias y afincado en Sevilla con fama de santidad, al que se llamaba popularmente El santero de Sevilla, pues fue director espiritual y confesor de varias monjas de especiales virtudes.
El canónigo que confesaba a Angelita, el padre Torres, le ayudó a encontrar lo que Dios le pedía: ser monja.


 Con la Madre Angelita colaboró en la fundación de la congregación del Santo Instituto de las Hermanas de la Cruz, del que fue director espiritual. Santa Ángela intentó profesar como monja,

Pero no pudo conseguirlo ni en las Carmelitas Descalzas, donde no fue admitida,
Era el año 1865, acompañada de su hermana Joaquina, llamó a las puertas del Carmelo que había fundado en Sevilla santa Teresa de Jesús, pero, a pesar de su gran capacidad para la vida contemplativa, no fue admitida porque no tenía suficiente salud para la vida tan austera del Carmelo.


 En 1868 entró como postulante en las Hijas de la Caridad del hospital central de Sevilla, pero por su salud quebrantada fue trasladada a Cuenca, por si le sentaba mejor aquel clima.

 En 1870 tuvo que dejar definitivamente a las Hijas de la Caridad, a pesar de su entrega y fidelidad generosa.


 En 1.873, con permiso del padre Torres, formula votos perpetuos.

 En 1.875 con tres compañeras, Juana María Castro, Juana Magadán y Josefa de la Peña pone en marcha la congregación.


Con el dinero de Josefa Peña alquilan su "convento", que no era más que un cuarto con derecho a cocina en la casa número trece de la calle San Luis en Sevilla, desde donde asisten a los necesitados tanto de día como de noche.



Posteriormente se trasladan al número ocho de la calle Hombre de Piedra, también en Sevilla; ya tienen cierta fama en los ambientes religiosos y entre los necesitados y sus compañeras comienzan a llamarla "Madre".





 


Resignada a vivir como «monja sin convento», volvió a su trabajo y se sometió en obediencia a su director espiritual, escribiendo todos los pensamientos y deseos de su alma.A pesar de no tener estudios, nos ha dejado escritos de gran profundidad.
 En una ocasión, después de escuchar las quejas de los pobres que sufren, escribe al padre: «Si, para aconsejar a los pobres que sufran sin quejarse los trabajos de la pobreza, es preciso llevarla, vivirla, sentirse pobre... ¡qué hermoso sería un instituto que por amor a Dios abrazara la mayor pobreza!», recibiendo así la inspiración de fundar una «Compañía».


 
En sus Papeles íntimos, páginas asombrosas para una mujer iletrada, con faltas ortográficas pero con una identidad cristiana y eclesial admirable, redactó su proyecto de Compañía, con una dimensión caritativa y social a favor de los pobres y con un impacto enorme en la Iglesia y en la sociedad de Sevilla, por su identificación con los menesterosos: «Hacerse pobre con los pobres». No quería hacer la caridad «desde arriba» sino ayudar a los pobres «desde dentro». Escribía y lo vivía: «La primera pobre, yo...».




El día 2 de agosto de 1875 el padre Torres celebraba la Eucaristía en la iglesia del convento jerónimo de Santa Paula, a la que asistían, con Ángela, que era terciaria franciscana, otras tres mujeres, Juana, Josefa y otra Juana, dispuestas a desentrañar el misterio de la cruz en la oración y en el servicio a los pobres. Acabada la misa, se trasladaron a vivir a un cuarto alquilado en la calle de San Luis, n. 13, en el que había una mesa, unas sillas y unas esteras de junco que servían de colchón y de almohada, un crucifijo y un cuadro de la Virgen de los Dolores. Estaban naciendo las Hermanas de la Cruz.


 
La fundadora imprimió a su Compañía un ambiente de limpieza, de saludable alegría y de contenida belleza, de tal forma que sus conventos tendrían esplendor a base de cal, estropajo, dos esterillas y cinco macetas. Su estilo sería el de mujeres sencillas, verdaderamente populares, apartadas de la grandiosidad, impregnando de tal forma el aire de dulzura, que la gente agradecía aquel nuevo modo de querer a Dios y a los pobres.
Luego pasaron a la calle Hombre de Piedra, junto a la parroquia de San Lorenzo.   Empezaron a recoger niñas huérfanas de los enfermos a quienes atendían, por eso pasaron a otra casa más grande en la calle Lerena, donde ya pudieron contar con la presencia de la Eucaristía. Atendían a las personas que estaban solas y enfermas en sus casas. Con una mano pedían limosna y con la otra la repartían.
 
 

En 1879 el arzobispo fray Joaquín Lluch aprobó las primeras Constituciones de la Compañía de las Hermanas de la Cruz, en una síntesis de oración y austeridad, contemplación y alegría en el servicio a los pobres.
En 1894 sor Ángela, «madre Angelita» o simplemente «madre» como se le llamaba ya en Sevilla, viajó a Roma para asistir a la beatificación del maestro Juan de Ávila y fray Diego de Cádiz, pudiendo entrevistarse con el Papa León XIII, quien más tarde concedió el decreto inicial para la aprobación de la Compañía, que firmaría en 1904 san Pío X.


Las Hermanas de la Cruz, de entonces y de ahora, siguen a rajatabla las normas de mortificación establecidas por sor Ángela: comen de «vigilia», duermen sobre una tarima de madera las noches que no les toca velar, duermen poquísimo, pues quieren estar «instaladas en la cruz», «enfrente y muy cerca de la cruz de Jesús», renunciando a los bienes de este mundo y acudiendo sin tardanza donde los pobres las necesiten.
 


El 7 de julio de 1931 la madre Ángela tuvo una trombosis cerebral que, nueve meses después, la llevaría a la muerte. Estuvo paralizada de medio cuerpo, pero continuó resplandeciendo en su virtud de la humildad, tratando de agradar y nunca molestar.


Después de una larga agonía y de haber recibido los últimos sacramentos, murió en Sevilla, en su tarima de dormir, el 2 de marzo de 1932. Sevilla entera pasó durante tres días enteros por la capilla ardiente hasta que, por privilegio especial, fue sepultada en la cripta de la casa madre.


Fue beatificada en Sevilla por el Papa Juan Pablo II el 5 de noviembre de 1982.
 
 
 
 
 Y canonizada por Juan Pablo II en Madrid el 4 de mayo de 2003. como Santa Angela de la Cruz.

 Su cuerpo incorrupto reposa en su capilla de la casa madre y su memoria litúrgica se viene celebrando el día 5 de noviembre.
 
 


Fuente: L'Osservatore Romano.

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