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viernes, 30 de septiembre de 2011

ORDEN DE LOS JERÓNIMOS

La Orden de San Jerónimo es una orden religiosa con ramas masculina y femenina, aprobada en 1373 en Aviñón por el papa Gregorio XI.
Los monjes son los jerónimos, jerónimas en el caso de las mujeres, y ambos usan la sigla OSH.
Es una orden religiosa exclusivamente hispánica, puesto que sólo se implantó en España y Portugal. Estuvo muy vinculada a las monarquías reinantes en ambos países.



El padre y fundamento de este linaje espiritual es San Jerónimo. Una de las personalidades más enérgicas, de los genios más poderosos y de los corazones más magnánimos que Dios haya creado para su gloria. Él fue un gran enamorado de Cristo y puso todo su empeño en conocerle más y en imitarle mejor. De aquí sus dos grandes ideales: la Sagrada Escritura y la vida monástica.



Con este anhelo entre manos, vive unos pocos años en el desierto de Calcis y, después de otras andaduras, se retira a Belén, donde funda un monasterio en el que se dedica a las alabanzas divinas, a escudriñar la Palabra de Dios y a la penitencia.

En Belén acabó sus días en el año 419 0 420.

 Pero su espíritu persiste en el tiempo por su fama de santidad y por sus escritos, medios de que se sirvió la Providencia para que durante el siglo XIV diversos grupos de hombres, en España y en Italia, con deseos de vida perfecta, inspirándose en la vida y enseñanzas del santo, intentaran vivir su carisma.

En Italia hubo varios que tomaron como modelo a San Jerónimo, en su calidad de ermitaño en Calcis (Siria), entre otros el de Tomás Succio (Siena), algunos de cuyos miembros vinieron a España. A éstos se unieron algunos españoles deseosos de imitarles.


Con uno de los grupos, el establecido en El Castañar (Toledo), entró en contacto Fernando Yáñez de Figueroa, de noble familia y eclesiástico en la corte de Pedro I, quien atraído por su espiritualidad optó por esta nueva forma de vida. Pronto le seguiría su amigo Pedro Fernández Pecha, también de ilustre cuna y camarero del rey.

 Por entonces los ermitaños se habían trasladado a la ermita de Nuestra Señora de Villaescusa (Orusco-Madrid). Después, a instancias de Alfonso, hermano de Pedro y obispo de Jaén, pasaron a Lupiana (Guadalajara) donde un familiar de ambos había construido la ermita de San Bartolomé.



La vida eremítica siempre ha suscitado recelos. Las tensiones y acusaciones que soportaban les aconsejaron acudir al Papa. Hacia Aviñón se encaminaron Pedro Fernández Pecha y Pedro Román con ánimo de reconvertirse en Orden.





Gregorio XI les concede esta gracia el 18 de octubre de 1373, les otorga la Regla de san Agustín, les permite que puedan hacer constituciones propias y que se llamen hermanos o ermitaños de San Jerónimo.

Archivo:Francisco de Zurbarán 070.jpg
Su hábito, blanco y pardo, y las Constituciones las tomaron del monasterio de Santa María del Santo Sepulcro (Florencia). A su regreso, los ermitaños de Lupiana pasaron de la vida eremítica a la cenobítica.
En 1374 San Bartolomé se transformaba en monasterio, el primero de la Orden. Rápidamente los jerónimos comenzarían a expandirse

En 1415 es fecha clave, son veinticinco monasterios que se unen formando la Orden de San Jerónimo.
La nueva orden tuvo un gran desarrollo en España, fijando su sede central en el monasterio de San Bartolomé de Lupiana, en la provincia de Guadalajara.



SU ESPIRITUALIDAD

La vida del monje jerónimo se desarrolla dedicando la mañana al trabajo, medio normal para subvenir a sus necesidades, para ayudar al hermano necesitado y para mantener el equilibrio interior. La tarde la dispone para dedicarse con asiduidad a ejercicios de vida contemplativa e intelectual: oración lectura, estudio, etc...
Y en el curso del día, santificando todas las horas, la celebración cantada de la Liturgia de las Horas -las alabanzas divinas- y la Misa Conventual, primordial ocupación del jerónimo, que orienta toda su manera de vida, sus leyes y costumbres.Por otra parte, la hospitalidad es la forma más expresiva de la caridad del monje con el prójimo.
Sus monjes eran famosos por su austeridad y espíritu de penitencia.


La Orden Jerónima es una institución monástica, de tendencia puramente contemplativa, que en soledad y silencio, en asidua oración y animosa penitencia, pretende llevar a sus monjes a la unión con Dios, consciente, por otro lado, de que cuanto más intensa sea esta unión por su propia donación en la vida monástica, tanto más espléndida se hace la vida de la Iglesia y más vigorosamente se fecunda su apostolado.

Las fundaciones, principalmente en el siglo XVI, aumentan hasta llegar a 48 monasterios cuando llega la revolución liberal del siglo XIX, habitados entonces por unos mil monjes.

Los Reyes de España favorecieron la Orden Jerónima gracias a esta fama y dotaron ampliamente muchas fundaciones, entre las que destaca el monasterio de Guadalupe en Cáceres,

 el Real monasterio de Nuestra Señora de Fresdelval cerca de Burgos,


 el monasterio de Yuste, escogido por Carlos I de España para su retiro,



 el Convento de Nuestra Señora de la Victoria en Salamanca,
Archivo:Dependencias Convento Jeronimos Grupo Mirat Salamanca.jpg
 el monasterio de San Jerónimo el Real en Madrid, que tenía anexo el Palacio del Buen Retiro,
Archivo:Iglesia de San Jerónimo el Real (Madrid) 04.jpg

 y sobre todo, el Monasterio de El Escorial, mandado construir por Felipe II como panteón real.

Archivo:El Escorial.jpg

LOS JERÓNIMOS EN PORTUGAL

Los jerónimos se extendieron a Portugal. Igual que en Castilla, recibieron el favor de los reyes por su austeridad y espíritu de penitencia. El rey Manuel I de Portugal les confió el Monasterio de los Jerónimos de Belém en Lisboa, una de las cumbres del estilo manuelino.


 Fue levantado como panteón real.
En 1833 la Orden fue disuelta por la autoridad civil, lo que supuso su extinción en este país.

EXTINCIÓN DE LA ORDEN
En el siglo XIX esta Orden atravesó las mismas dificultades que las demás órdenes religiosas en España.
 Sufrieron tres exclaustraciones , entre 1808 y 1813, entre 1820 y 1823 y por fin la de 1836. Esta exclaustración, consecuencia de la desamortización de 1836, afectó gravemente a la Orden de San Jerónimo, pues supuso la expropiación de todos sus monasterios y la exclaustración de todos los frailes.
La suerte de estas casas fue muy diversa: los más acabaron en ruinas, otros fueron rescatados por la Iglesia o entregados a otras órdenes religiosas, otros quedaron convertidos en cualquier cosa: fábrica de cerveza, cebadero de cerdos, fincas de recreo...

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